La seguridad de los europeos enfrenta nuevos riesgos y desafíos. La guerra nos afecta hoy directamente, y lleva a la Unión Europea a comprometer su apoyo político y económico en defensa de Ucrania, ahora candidato al ingreso en nuestro club. Las instituciones garantes del orden internacional, y los valores que representan, sufren un déficit de confianza en áreas importantes del mundo. La globalización, impulsada en buena medida por la emergencia de una China muy competitiva, empieza a mostrar signos de fragmentación. Sin embargo, la evidencia del cambio climático es innegable y sus consecuencias necesitan respuestas globales. Lo mismo sucede con los efectos no deseados del poder creciente de las grandes plataformas digitales y los riesgos de la inteligencia artificial. Pero el poder regulador que emana de la UE y su relevancia geoeconómica ya no son suficientes. La Unión ha comenzado a reaccionar ante los riesgos y desafíos actuales, ofreciendo respuestas a la pandemia y un gran apoyo humanitario, económico, político e incluso militar a Ucrania. A partir de ahora, las tareas que la UE y sus países miembros habrán de abordar para profundizar su actuación en esa línea son ingentes. Entre otras, su ampliación. Tanto antes como ahora, nuestro futuro depende de la profundización de la integración europea como vía indispensable para protegernos y avanzar al mismo tiempo hacia un futuro de paz, progreso y bienestar en un marco que garantice mejor nuestra seguridad.