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Manuel Desantes: “Estamos en los albores de la quinta revolución industrial”

Ciencias Sociales Publicado el 19/02/2020

“Estamos en los albores de la quinta revolución industrial, la era cognitiva, en la que el 90% de las patentes incluirá software”. Así lo ha expresado en una conferencia celebrada en la Fundación Ramón Areces el catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Alicante, Manuel Desantes, ex vicepresidente de la Oficina Europea de Patentes.

Madrid. 19 de febrero de 2020. “Estamos en los albores de la quinta revolución industrial, la era cognitiva, en la que el 90% de las patentes incluirá software. Estamos viviendo cambios exponenciales para los que la sociedad aún no está preparada”. Así lo ha expresado en una conferencia celebrada, en la Fundación Ramón Areces, el catedrático de Derecho Internacional Privado de la Universidad de Alicante, Manuel Desantes, ex vicepresidente de la Oficina Europea de Patentes. “Todo este proceso es nuevo y el ser humano se encuentra profundamente desorientado. Por una parte, se enfrenta a cambios estructurales -con el cambio climático como paradigma- que exigen una actuación inmediata y global. Por otra, se ve confrontado con un proceso desconocido en el que las máquinas van rápidamente asumiendo roles y decisiones que antes correspondían exclusivamente a los humanos. En fin, el tiempo para adoptar decisiones se acorta extraordinariamente, de modo que estas llegan siempre tarde y quedan desfasadas antes de su aplicación. Entramos en una nueva era: la era cognitiva”, ha asegurado.

En su conferencia - coordinada por la jurista María Emilia Casas- ha presentado un diálogo entre derecho, inteligencia artificial y propiedad intelectual. Pero este tema le ha servido para enlazar con otros sobre la realidad social y económica. Manuel Desantes se ha presentado a sí mismo como “un señor mayor desorientado al que le gusta estar rodeado de libros y papeles”, pero feliz de estar asistiendo a tantos cambios tan profundos. “Las crisis ya no son cíclicas: las crisis han devenido sistémicas. Y la clave está en aprovechar el viento, sople de donde sople, no en quedarse quieto esperando a que escampe. Estos cambios ya no son aritméticos o lineales, sino exponenciales, y esta exponencialidad ya no es coyuntural sino estructural”, ha señalado. “El imparable proceso de digitalización produjo desde el principio una masiva multiplicación de los datos personales disponibles y un extraordinario aumento de la eficiencia en su tratamiento. Antes de que la sociedad pudiera incorporar a sus estructuras esta revolución, los seres humanos iniciaron, de manera global, una carrera desenfrenada de producción de datos personales a través de las redes sociales, datos que rápidamente pasaron a constituir la piedra angular -la electricidad- de la nueva economía. E inmediatamente después los dispositivos móviles multiplicaron otra vez exponencialmente los datos personales al geolocalizar en todo momento a una gran parte de la población y sus actividades, multiplicar la eficiencia de los multimedia y difuminar completamente las líneas entre los mundos físico, digital y biológico”. Desantes ha recordado cómo esa evolución continuó con el Internet de las Cosas, cuando las máquinas se pusieron a generar aún más datos entre ellas.

“Las crisis ya no son cíclicas: las crisis han devenido sistémicas. Y la clave está en aprovechar el viento, sople de donde sople, no en quedarse quieto esperando a que escampe. Estos cambios ya no son aritméticos o lineales, sino exponenciales, y esta exponencialidad ya no es coyuntural sino estructural”

Tal y como ha explicado, la era cognitiva plantea varios retos de singular relevancia: “Por una parte, la gestión de viejos y nuevos valores que quizás conviene revisar -solidaridad, justicia, paz, responsabilidad… Por otra, la gestión de nuestra relación con las máquinas y los algoritmos”. Para Desantes, es ingenuo pensar que todo este proceso de aceleración no va a afectar a las estructuras sociales. “Lo va a hacer, y de manera muy profunda. Una de estas estructuras es el Derecho como elemento nuclear para proporcionar seguridad jurídica y para ordenar las relaciones sociales”. Ha señalado cómo el Derecho Romano nos ha resultado muy útil durante 2.000 años, pero que quizá haya llegado el momento de pasar página también en este campo. “La propia aproximación al Derecho como instrumento para resolver conflictos quiebra cuando la sociedad carece del tiempo necesario para acometer su ejercicio. El concepto del ‘Derecho represivo’ puede acabar haciendo inútiles las resoluciones judiciales en la medida en que llegan tarde y su ejecución deja de resultar eficiente. Quizás es el momento de cambiar el rumbo y pasar de ‘reprimir conductas’ a ‘acompañar conductas’. El ordenamiento jurídico se ha convertido en un inmenso paquidermo caracterizado por la multiplicación exponencial del artesonado normativo y por la falta de flexibilidad a la hora de su reforma”. En este punto de su conferencia, ha recordado cómo él fue uno de los que empezaron a redactar, hace 20 años, el nuevo reglamento sobre protección de datos de la Unión Europea, que entró finalmente en vigor en 2018. “Mientras ha habido tiempo, el sistema ha ido puliéndose”, ha comentado. “Pero si ya no se dispone de este tiempo, habrá que reflexionar muy seriamente sobre posibles alternativas que no desfiguren la piedra angular del sistema -la democracia- y que no conduzcan a procesos de imposición ya afortunadamente superados en muchos lugares”.

Otro campo en el que considera necesarios más cambios para acompañar la transformación de la sociedad y de la economía es todo lo referente a la propiedad intelectual e industrial. “En la medida en que se trata de un sistema nacido y desarrollado para servir a una sociedad determinada -la nacida de la Segunda Revolución Industrial a finales del siglo XIX-, su propia justificación y su desarrollo específico deberían ser sometidos a una profunda revisión si queremos que continúe actuando como acicate para fomentar no sólo el desarrollo y, sobre todo, la innovación científica, tecnológica, emocional, cultural o social”, ha explicado Desantes.

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