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Expertos analizan cómo las subastas han revolucionado la gestión de los recursos públicos

Ciencias Sociales Publicado el 20/11/2020

Los economistas Juan José Ganuza, de la Universitat Pompeu Fabra, y Ángel Hernando-Veciana, de la Durham University Business School, analizan las contribuciones de los Premios Nobel de Economía 2020, Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson.

Madrid. 20 de noviembre de 2020. El pasado 13 de octubre se concedió el Premio Banco Central de Suecia en Ciencias Económicas, en memoria de Alfred Nobel, a los profesores de la Universidad de Stanford Paul R. Milgrom y Robert B. Wilson por sus contribuciones en la teoría de las subastas y sus innovaciones en su diseño. Con tal motivo, la Fundación Ramón Areces y la Asociación Española de Economía han organizado el debate ‘Subastas: La ciencia básica al servicio de la gestión pública y privada’ para analizar las contribuciones de Milgrom y Wilson.

En este encuentro han participado Juan José Ganuza, catedrático del departamento de Economía y Empresa de la Universitat Pompeu Fabra e Investigador de FUNCAS; Ángel Hernando-Veciana, catedrático de Economía y Finanzas en la Durham University Business School. Luisa Fuster, vicepresidenta primera de la Asociación Española de Economía y catedrática de la Universidad Carlos III, ha ejercido como moderadora. Ambos expertos han coincidido en afirmar que “las subastas han revolucionado la gestión de los recursos públicos y también la asignación de bienes en otras muchas áreas”.

Ángel Hernando-Veciana: “Este premio es una muestra de cómo la investigación más básica puede, de forma sorprendente, producir nuevas invenciones”

Juan José Ganuza ha dejado claro cómo “estamos rodeados de subastas en múltiples campos, casi todo depende de este sistema de adjudicación”. “Desde la tarifa de la electricidad a los mercados financieros, pasando por el precio o tipo de interés de nuestra deuda, los derechos de emisión de CO2, las licencias de telecomunicaciones… Grandes tecnológicas como Facebook o Google las utilizan para su sistema de gestión de anuncios y también los fondos europeos para la recuperación de la pandemia se repartirán por el sistema de subasta”. Para Ganuza, las subastas “son capaces de hacer magia” y son un gran mecanismo de asignación porque, por un lado, determinan el precio y el ganador, pero no lo hacen arbitrariamente. “Si están bien diseñadas, adjudican el bien a quien mejor lo va a gestionar o a quien más beneficio va a generar para la sociedad y al mismo tiempo consiguen recaudar cuantiosos recursos públicos”. Las subastas además también son capaces  “de poner precio a cosas muy difíciles de calcular, como puede ser una búsqueda que realizamos en Google o una licencia de 5G… Y también aportan transparencia y reducen la corrupción”.

Ha aclarado este profesor de la Universitat Pompeu Fabra que todos estos beneficios se producen “si están bien diseñadas”. “Y para eso es necesario la teoría de subastas”, ha añadido. Ahí es donde entran en juego los nuevos Premios Nobel de Economía, Wilson y Milgrom, profesor y alumno. Juan José Ganuza se ha referido a Wilson como el mejor director de tesis en economía de la historia, pues no solo dirigió el trabajo de Milgrom, sino el de otros dos alumnos Bengt R. Holmström y Alvin E. Roth que también fueron después laureados por el Banco Central de Suecia por otros logros.

Por su parte, Ángel Hernando-Veciana, ha explicado que “este premio es una muestra de cómo la investigación más básica puede de forma sorprendente producir nuevas invenciones”. “Porque esta es la historia del premio Nobel de economía este año, la historia de cómo una teoría matemática, relativamente oscura al resto de los economistas (sobre todo al principio de los años 70), se tradujo en una de las mayores innovaciones en economía, mayores en términos de impacto práctico directamente medible. Es también la historia de cómo el apoyo a la investigación básica puede, llegada la oportunidad, traducirse en innovaciones drásticas para la sociedad. Es seguramente una historia de la que podemos aprender todos más allá de las contribuciones particulares de los profesores Paul Milgrom y Robert Wilson”, ha comentado este catedrático de la Durham University Business School.

Ha añadido Hernando-Veciana que todo empezó de una forma relativamente casual. “La comisión federal de las telecomunicaciones de EEUU (la FCC) tenía un problema que se había ido agravando con el paso del tiempo. Con cierta frecuencia, quedaban libres partes del espectro radio eléctrico que tenían que ser asignadas. Por ejemplo, podía ser una serie de frecuencias destinadas al uso de radios locales. En un principio, el sistema había sido un simple procedimiento administrativo. Cuando quedaba libre parte del espectro, la FCC lo anunciaba y se la concedía a aquellos que la solicitaban. Sin embargo, cada vez los usos del espectro radioeléctrico se volvieron más atractivos y el volumen de solicitudes empezó a superar con creces el espectro disponible. La primera solución articulada por la FCC fue sortear las licencias. Pero esto empeoró las cosas”. Y ha recordado cómo en 1989 en una ocasión ganó una licencia una compañía desconocida que al poco la revendió por 41 millones de dólares. En uno de estos sorteos llegaron a apuntarse 400.000 participantes. “Evidentemente, había que poner un precio. Pero ¿cómo poner un precio a algo que el gobierno desconocía totalmente su valor? Pronto entendieron que los postores, al igual que en el caso de los pozos petrolíferos, tenían muchas incertidumbres sobre lo que podía valer cada una de las licencias. Otro problema adicional es que el espectro subastado podía utilizarse de forma muy flexible por parte de las compañías. Para resolver estos problemas el diseño propuesto fue usar la que se llamó subasta de múltiples rondas simultáneas o también llamada subasta ascendente simultánea”. Gracias a esas reformas en los sistemas de subastas, sólo entre los años 1994 y 2014, la FCC recaudó 60.000 millones de dólares, casi suficiente para cubrir todo el presupuesto durante esos años del Nacional Cancer Institute que gestiona toda la investigación pública contra el cáncer en EEUU.

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