Madrid. 30 de junio de 2021. A su juicio, esta colaboración debe extenderse en varios frentes: “Especialmente en el ámbito de la información, para compartir alertas sanitarias y mejores prácticas; en el de la economía, para evitar roturas de stock, problemas presupuestarios y mantener la movilidad; y en el de la solidaridad, porque la salud es un bien público global y la pandemia no acabará hasta que no sea erradicada en todo el mundo”. Así lo ha expresado en una conversación online organizada por la Fundación Ramón Areces para analizar ‘El nuevo contrato social tras la pandemia’.

Para Muñiz, deben activarse “nuevos sistemas centinelas que detecten los riesgos de emergencias sanitarias y los compartan”. También ha pedido que exista un mayor intercambio de conocimientos sobre la enfermedad y mejores prácticas en su mitigación, con un papel más destacado de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Además, “debemos tener reglas intracomunitarias todavía más reforzadas de protección del suministro, para evitar las interrupciones de productos básicos que se dieron al principio de la pandemia”.

El secretario de Estado de la España Global ha destacado la importancia de contar con “instrumentos ágiles de colaboración como COVAX”, la alianza para la compra y distribución de vacunas a nivel global, porque “hasta que no se atienda a todo el mundo, vamos a estar expuestos a la mutación de la enfermedad en terceros lugares y al riesgo de importación”. Muñiz se ha mostrado esperanzado en que las herramientas de cooperación y de gobernanza global mejoren en estos campos “para poder enfrentar una crisis parecida a esta en el futuro”. 

En este debate online también ha participado Belén Romana, economista del Estado. Desde su punto de vista, “tenemos una estructura internacional que no se adapta fácilmente a situaciones imprevistas”. “Es difícil crear estructuras que sean adaptables a estos nuevos escenarios. El mundo ha reaccionado muy rápido a la pandemia, pero es cierto que el mundo está organizado verticalmente, por países y, en cambio, muy mal horizontalmente para hacer frente a retos globales”, ha apuntado. Entre esos retos compartidos, aparte del cambio climático, ha puesto el foco en la ciberseguridad, para la que considera que no estamos suficientemente preparados. “Asistimos a una ola creciente de robos y secuestros de información. Es llamativo que podamos pagar rescates sin dejar rastro y que sea difícil encontrar el origen de un delito y, por lo tanto, que este sea objeto de acciones judiciales. Internet ahora es el mar de otra época anterior, se puede llegar a cualquier parte por él. Y no hay que olvidar que estamos ante un problema de seguridad nacional y económica. Este podría ser un ejemplo de un problema que está creciendo y que no encontramos elementos en las estructuras internacionales actuales que nos ayuden a combatirlo. Por eso considero que es muy importante entender que vivimos en un mundo con retos horizontales, globales”, ha destacado.

Para Romana, las empresas son las primeras que tienen que adaptarse a todos estos cambios, ya que los Estados, al mismo tiempo que tienen más dificultades para adaptarse, también cuentan con más defensas. Y ha analizado la revolución que ha provocado esta crisis sanitaria y económica en el mundo laboral. “La pandemia ha acelerado la deslocalización del factor trabajo. Nunca ha habido esa diferencia entre el lugar donde se trabajaba y el lugar donde se vivía. Ahora vemos que esto sí es posible. A las instituciones no les gusta esta nueva situación. Por ejemplo, en el aspecto fiscal, una persona puede trabajar en un lugar y tributar en otro. Vivimos un momento en el que se están rompiendo tantas estructuras que las normas aún no se ajustan bien”.

Esta economista del Estado ha reclamado “un esfuerzo colectivo” para “hablar de verdad y entender que estamos iniciando una nueva era, otra realidad”. “No sabemos cuánto tiempo va a durar este tiempo de transición. Hay que tener confianza y paciencia porque esta situación va a requerir cambios sucesivos y adaptabilidad a este nuevo mundo que estamos viendo emerger en directo”.

En la introducción de este encuentro online, el economista Alfonso Novales había insistido en que, “si bien en Occidente empezamos a acelerar la vacunación, no hay que olvidar que en dos terceras partes del mundo la vacunación no ha empezado prácticamente ese proceso y que se va a encontrar con serias dificultades”. Novales ha ejercido de moderador de un encuentro para analizar cómo serán las relaciones entre todos los agentes sociales y las instituciones a partir de ahora, así como otros aspectos que marcarán ese nuevo contrato social. “El contrato social no es sino el conjunto de normas -que suelen ser más implícitas que explícitas- y que sirven para estructurar nuestra convivencia a muchos niveles, dentro de un país y también entre países. No es sorprendente que algunos historiadores y antropólogos estén hablando en estos momentos de un cambio de época”, ha añadido.

Novales, miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, ha recordado que la covid-19 ha motivado cambios radicales en la economía, en el modo de trabajar, en los hábitos de compra… “Nos ha hecho incorporar rápidamente tecnologías que cambian radicalmente la manera en que nos relacionamos unos con otros, el modo en que recibimos comunicación... Muchas tendencias son nuevas y otras se han visto aceleradas por el confinamiento, también por la parálisis de nuestra actividad. Tenemos sobre la mesa retos importantísimos que se sumarán a otros que nos esperan a la vuelta de la esquina, como el deterioro medioambiental y el cambio climático, que necesitan ser abordados ya”.