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«Saber para prever, prever para poder», escribió Comte. La capacidad de previsión, de anticipación, se ha convertido en una facultad imprescindible no sólo para el correcto desempeño de las funciones de gobier­no, sino -todavía en mayor grado porque, a su vez, las condiciona- para las actividades educativas y cien­tíficas. El arte de gobernar consiste, en último término, en configurar el futuro en toda la medida de lo posible, en lugar de improvisar constantemente respuestas ante los acontecimientos, desprevenidos siempre ante unas circunstancias que hubieran podido ser avizoradas previamente y acompasadas en beneficio de la humanidad. 

Las posibilidades que las técnicas biológicas y, en primer lugar, las del ADN recombinante ofrecen en el terreno sanitario, industrial, agrícola, energético, ecológico y analítico, son ciertamente importantes. Des­tacan los logros ya alcanzados y las perspectivas que se abren a la recombinación genética en la biosíntesis de sustancias dotadas de acción terapéutica. Hormonas que hasta ahora debían ser extraídas de los distintos órganos de animales de consumo, en procesos caracterizados por un bajísimo rendimiento, pueden ser ahora obtenidas en grandes cantidades mediante fermentaciones convencionales de colibacilos, levaduras, etc., a cuyo genoma ha sido incorporado el segmento genético responsable de la síntesis de la sustancia activa en la especie humana. En consecuencia, no sólo podemos disponer de cantidades apreciables de compuestos que se caracterizan por la exigua concentración a la que cumplen su cometido en los seres vivos, sino que poseen las características químicas y estructurales de la condición humana. No se trata de análogos capaces de mimetizar una acción fisiológica determinada, sino de productos idénticos a los que se originan en nuestro metabolismo y regulan la adecuada conexión entre los distintos órganos y tejidos.