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Expertos destacan el papel de los árabes en la historia de la ciencia

Humanidades Publicado el 18/03/2021

Con esta sesión, se da continuidad al ciclo sobre ‘Las contribuciones de los judíos, árabes y españoles a la Ciencia Moderna’. 

Madrid. 18 de marzo de 2021. En el siglo XII, en Al Ándalus, ya encontramos tratados de medicina de los Banū Zuhr, médicos de las dinastías reinantes, que revelan profundos conocimientos de la anatomía humana, describiendo por ejemplo un absceso de pericardio. Todo ello tuvo su culminación en la apertura del primer hospital de Al Ándalus en Granada, en las décadas finales de ese reinado. Así lo ha recordado Miguel Forcada, arabista de la Universitat de Barcelona, en un debate organizado por la Fundación Ramón Areces para analizar ‘El papel de los árabes en la historia de la ciencia’. Para Alberto Montaner, arabista de la Universidad de Zaragoza, fue tal el legado de esta civilización, que Alfonso X el Sabio patrocinó, en la segunda mitad del siglo XIII, la existencia de centros de estudio vinculados a las traducciones del árabe en Sevilla y en Murcia para no perder esos conocimientos.

El físico y académico José Manuel Sánchez Ron, moderador de este debate online, se ha preguntado por “cuáles fueron los mecanismos, la base y la periodización que permitió que el Islam adquiriese los conocimientos suficientes para que, además de contribuir a diversas ciencias, se llegase a traducir obras tan complejas como el Almagesto de Ptolomeo, los Elementos de Euclides, la Aritmética de Diofanto o las Cónicas de Apolonio”.

Miguel Forcada ha explicado que fue durante el califato de al-Ḥakam II (961-975), el rey que acumula 400.000 libros, cuando la actitud se volvió definitivamente abierta. “El califa se interesó por la alquimia y la astrología regresó a palacio públicamente. Las ciencias formaron parte de la vida cortesana y hasta del ocio de los notables pues encontramos esclavas con formación científica y filosófica. En esta época floreció la astronomía de la mano de Maslama al-Majrīṭī (m.c. 1007). Se dice que es el primer andalusí que comprende el Almagesto de Ptolomeo. Adaptó para Córdoba las tablas de al-Khwarizmī, a su vez adaptación del Sind Hind. En ellas hallamos una medición más precisa del Mediterráneo. Y también escribió un tratado sobre el planisferio de Ptolomeo”, ha añadido.  

Montaner: “Una vez consolidadas las estructuras sociales del califato árabe, tanto bajo la dinastía Omeya como bajo la Abasí, el desarrollo cultural araboislámico fue muy pronunciado”

“Una vez consolidadas las estructuras sociales del califato árabe, tanto bajo la dinastía Omeya como bajo la Abasí, el desarrollo cultural araboislámico fue muy pronunciado”, ha recordado Montaner. “Esto supuso, entre otras cosas, un intenso cultivo de la filosofía y de la ciencia, para el cual se partió, sobre todo, de materiales griegos. Toda la zona del Oriente Próximo había estado englobada en el mundo helenístico desde las conquistas de Alejandro Magno, por lo que la koiné griega había sido la lengua vehicular, pero también la de cultura, desde hacía ocho siglos. Esta situación se vio reforzada por la fragmentación del Imperio Romano en sus secciones Oriental, con capital en Roma, y Oriental, con capital en Constantinopla, a partir del siglo IV de la era cristiana”, ha recordado este arabista de la Universidad de Zaragoza.

Los participantes en este debate han destacado el prestigio que el conocimiento y la ciencia tuvieron para la civilización árabe, centrándose en Al Ándalus. Según Montaner, a raíz de la desmembración del califato de Córdoba, “la cultura y la ciencia se replicaron en ciudades deseosas de imitar a la capital. La ciencia era motivo de prestigio. Y la mayoría de los reyes taifas creía en la astrología y quería buenos médicos”, ha asegurado.

Entre otras obras, han mencionado el tratado de matemáticas K. al-Istikmāl  (o libro de la perfección) que escribió Al-Muʾtaman. “Se trata de una enciclopedia extensa basada en un gran número de las obras matemáticas traducidas o escritas en Bagdad antes del siglo XI y alguna otra. Podemos considerarla una especie de enciclopedia destinada al aprendiz de ‘hombre completo’ que ha de ‘saberlo todo’, empezando por la ciencia propedéutica por excelencia. Avicena sería un buen ejemplo. Para todos estos autores, la ciencia teórica era indistinguible de la filosofía”, ha explicado Forcada.

“La ciencia impregnaba una buena parte de la sociedad. Por ejemplo, quedaba de buen tono ‘hablar de medicina’. Incluso se escribieron poemas didácticos sobre diversas materias científicas con el fin de divulgarlas entre no expertos”, ha concluido el arabista de la Universitat de Barcelona.  

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