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Humanidades Publicado el 16/10/2025
Amparo Alonso y João Gama, catedráticos de IA en la Universidade da Coruña y en la Universidade do Porto, dialogan sobre pros y contras de esta tecnología disruptiva.
Madrid. 16 de octubre de 2025. La Fundación Ramón Areces ha organizado un coloquio sobre ‘Las capacidades actuales de la Inteligencia Artificial (IA)’ dentro de su programa de Colaboración científica y cultural entre España y Portugal, que coordina Daniel Peña. Él ha sido el encargado de moderar este debate, en el que han participado Amparo Alonso, catedrática de Ciencias de la Computación e Inteligencia Artificial, Universidade da Coruña (UDC), y João Gama, catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidade do Porto. Ambos han coincidido en que la escala de datos, computación y financiación concentran el poder en grandes tecnológicas de Estados Unidos y China, orientando la innovación a la monetización y alejándola de necesidades sociales. Han propuesto contrapesos públicos como fomentar la inversión en infraestructuras y plataformas de datos, una nueva ética para el manejo de la IA y mayor coordinación europea para facilitar la participación de países pequeños y universidades.
Como se ha puesto de manifiesto, esta herramienta disruptiva tiene dos caras: la IA automatiza tareas cognitivas, transformando empleo (destrucción en trabajos rutinarios y creación de nuevos perfiles digitales) y exige reskilling/upskilling y educación con pensamiento computacional y ética. En medicina, la IA potencia (no sustituye) la pericia humana en radiología y acelera el descubrimiento de fármacos. En democracia, la digitalización amplía la participación continua, pero aumenta los riesgos de desinformación y manipulación. Para minimizar esos riesgos, estos expertos han pedido una correcta regulación de la IA.
“La IA aporta beneficios públicos y privados, como mayor eficiencia en servicios públicos, predicción energética y de recursos clínicos/sociales, personalización en salud, educación y atención al cliente, y mejoras en logística y consumo doméstico”, ha explicado Amparo Alonso. Sin embargo, según esta misma experta, “la concentración del desarrollo de IA en grandes empresas tecnológicas (EE. UU. y China) genera monopolios por necesidad de capital, datos, energía e infraestructura, orientando la innovación hacia objetivos monetarios más que hacia necesidades sociales”.
Para esta catedrática de IA y computación de la Universidade da Coruña, “se requieren contrapesos públicos: inversión en infraestructuras, plataformas de datos y apoyo a nichos de alto valor social (por ejemplo en enfermedades raras), junto con enfoques de ética por diseño y una IA eficiente energéticamente”.
Asimismo, ha alertado sobre cómo la IA, con sus capacidades actuales, ya automatiza tareas mentales además de físicas, transformando el empleo y exigiendo recualificación masiva. Alonso ha puesto un dato sobre la mesa: en España podrían desaparecer más de dos millones de puestos de trabajo en los próximos 10 años, al tiempo que se crearían nuevos empleos digitales. Para ello, “la educación debe integrar pensamiento computacional y ética de la IA en todos los niveles, con iniciativas de reskilling y upskilling”, ha añadido.
Por su parte, João Gama ha explicado que “las universidades carecen de recursos para competir en modelos a gran escala”, por lo que ha recamado “una estrategia a escala europea para crear condiciones mínimas de competencia frente a gigantes tecnológicos y evitar adquisiciones que drenan capacidades”. Para este catedrático de Inteligencia Artificial de la Universidade do Porto, “deben desmitificarse los sistemas de IA” porque “no tienen conciencia ni intenciones y optimizan objetivos definidos por humanos”. Sobre algunos de los riesgos asociados a esta tecnología, Gama ha mencionado que si bien “la era digital facilita la propagación de desinformación, la IA también puede ayudar a detectarla y validarla”.
Sobre su impacto en el mercado de trabajo, João Gama ha recordado cómo “todas las revoluciones industriales han impactado en el empleo”. Y ha admitido que habrá pérdidas y ganancias, y que profesionales de la contabilidad, de los centros de llamadas o encargados de tutorías son más sustituibles que trabajos físicos o mecánicos complejos. “Métricas y sistemas como interpretación de radiografías con IA permiten registros más precisos y mejoran el trabajo”, ha destacado. “El apoyo profesional de la IA ahorra tiempo y mejora la dificultad de tareas complejas. A largo plazo, muchas tareas las harán máquinas y los humanos podrán dedicar más tiempo a fomentar su creatividad”, ha concluido.
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